Solidaridad entre mujeres o el cuidado como saber urgente

Ana Lilia Salazar Zarco  

Coordinadora de Acción Estratégica  

CIAS por la Paz 

 

Resumen 

Este artículo nace de la reflexión sobre las acciones que las mujeres han emprendido en redes sociales para generar tejidos entre ellas y mantener un aislamiento seguro y amigable, libre de violencias de género durante la contingencia sanitaria.  


 

En los muros de algunas ciudades del mundo, en distintos idiomas, se puede leer la frase “no volveremos a la normalidad porque la normalidad es el problema”. Esta es la expresión de los profundos cuestionamientos sociales y personales que la pandemia del COVID-19 ha dejado. El aislamiento, el miedo a la infección, la psicosis social, las noticias falsas, los días familiares de muchas horas compartiendo espacios comunes, los ajustes a la vida cotidiana para lograr un equilibrio entre el trabajo, la familia, la recreación y el descanso (estos dos último entre una sensación de encierro) y la búsqueda de nuevos espacios y tiempos para actividades personales (espirituales y/o psicoemocionales) han sido, en su conjunto, una sacudida social que ha agrietado el modo en el que se ha ordenado el mundo en la modernidad y que, además, pretendió ser el orden que determinaría las experiencias existenciales  de la población. 

 

La convulsión social de esta epidemia cuestiona la “normalidad” y esto disloca los discursos y dispositivos que normalizaron un “orden” del mundo basado en la explotación económica y humana, la desigualdad social y la violencia de género. La irrupción en lo “normal” ha develado totalmente que el sistema económico y el sistema patriarcal rompen el tejido social y oprimen el trabajo de reproducción de vida que no sea para la reproducción del capital, como lo es el trabajo del cuidado.1 Al mismo tiempo, se están visibilizando las prácticas solidarias de las mujeres y los hombres que procuran el cuidado común, que se ven como un horizonte de humanidad a la que muchas y muchos queremos caminar por el bienestar que trae a todas las personas. Las prácticas de solidaridad en esta epidemia son una expresión de la urgente necesidad del cuidado de la vida para la vida.  

 

En particular, las mujeres mexicanas realizan de forma cotidiana prácticas solidarias de cuidado en distintas maneras y por diversos medios que les permiten estar seguras y acompañadas en medio de la contingencia sanitaria. Por ejemplo, cuando se indicó el aislamiento voluntario, en las redes sociales comenzaron a salir notas, grupos, número de teléfonos, correos electrónicos, perfiles de Facebook, etc. donde mujeres ofrecían su acompañamiento a otras para que pudieran estar en asilamiento de manera segura, puesto que muchas cohabitan con su agresor. Estas mujeres -algunas feministas- tejen voluntades y trabajo aun sin conocerse, depositan su confianza y se cuidan entre sí, para responder a la violencia física, sexual, económica y/o psicológica a las que se les pretende someter.  

 

Otra práctica solidaria de cuidado es la contención emocional en tiempos de aislamiento. Muchas mujeres desde las páginas y grupos virtuales proponen acompañamiento psicoemocional a cambio de cualquier tipo de servicio o producto que no impliquen cercanía física. Así, por un lado, las mujeres hablan con otras mujeres y se apoyan emocionalmente y, por el otro, las otras ofrecen servicios o productos a costos solidarios y justos. Con esto se generan intercambios de servicio profesional por alimentos u otros servicios o productos, ambos necesario en esta crisis. Estas prácticas han dado origen a redes de comercio local, que en realidad han operado desde hace varios años en redes sociales, en grupos privados o abiertos de Facebook como La mercadita.  

 

Dicho de otro modo, estas dinámicas económicas basadas en las relaciones personales y comunitarias y en el encuentro, disputan el modo de distribución capitalista que instala el individualismo y el consumismo (basado en la eterna deuda). De igual forma, esta actividad solidaria y cíclica desmonta la visión machista con la que se operan y se ejecutan la mayoría de las relaciones económicas mediante el uso de violencia que, por el contrario, divide y contrapone a las partes involucradas. Un ejemplo de lo anterior es el trabajo de cuidado que casi todas las mujeres realizan en algunos momentos de su vida por imposición social de género y que, en realidad, es un trabajo de corresponsabilidad de todas las personas que promueve la comunidad y centra el orden social en la vida.  

 

Por lo anterior, podemos afirmar que las prácticas solidarias de cuidado entre mujeres2 dejan en evidencia que los recursos para la vida digna están en una dimensión humana muy profunda basada en la empatía -una actitud que configura un horizonte o visión comunitaria y que nos permita salvaguardar los Derechos de las mujeres y de los hombres de cualquier edad-; la cual nos invita a considerar la importancia de la búsqueda del bien común y la reconstrucción del tejido social. 

 

En conclusión, queremos considerar estos días de aislamiento por la epidemia de COVID-19, como espacios para la reflexión crítica sobre nuestras relaciones y formas de relacionarnos a nivel personal y social. Ya que esta acción tiene el potencial de develarnos, por un lado, las estructuras que determinan las condiciones que hacen posible el ejercicio de las violencias en las distintas dimensiones humanas y, por el otro, la emergencia de manifestaciones creativas desde una conciencia de humanidad -y no sólo de clase-. Dicho de otra forma, cuestionarnos los privilegios sociales e incluso los personales -los propios-, nos abre la puerta para reformar nuestra vida de un visón individualista a una colectiva y comunitaria, tomando como ejemplo las prácticas solidarias de cuidado entre mujeres, de empatía y de hacer comunidad y de cuidado de la vida en solidaridad. 

 

¡Vivas nos queremos! 

 

Citas bibliográficas:

 1- “Una gran parte del trabajo realizado en los hogares limpiando, cocinando, lavando y cuidando a las personas que constituyen las familias, no tiene paga alguna por lo que no se visibiliza como trabajo en sí mismo, pero sí constituye una carga ardua para quienes llevan a cabo esta labor que son tradicionalmente las mujeres y las niñas, limitando sus oportunidades y derechos al trabajo remunerado, a la capacitación y escolarización, así como al disfrute del tiempo libre. En el trabajo de cuidar a otros/as se ven imbricados lazos de amor y de apoyo mutuo. Es una actividad cotidiana que permite regenerar la vida y expandir del bienestar de las personas, lo que nutre los lazos de solidaridad y da vida al tejido social. Desde la mirada de la economía feminista, el cuidado es central para la vida y no puede seguir colocándose sólo sobre los hombros de las mujeres ya que esto genera una carga de trabajo que aumenta exponencialmente la brecha entre mujeres y hombres, incrementando la desigualdad social y de género sobre todo en contextos de extrema pobreza.”

 

Muñoz, Alejandra. Valorar lo invisible: el trabajo de cuidados, en Animal Político, Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, De- generación. 21 de julio de 2017. México. 

(Disponible en: https://www.animalpolitico.com/de-generando/valorar-lo-invisible-el-trabajo-de-cuidados/). 

2. “La lucha se va tiñendo de nuevos colores y que se van mirando y atacando durísimos problemas sociales como la violencia intrafamiliar, la consolidación de prácticas de cooperación y acuerdo mucho más fluidas, etc. El “entre mujeres” prolifera en todas las luchas y en múltiples rincones del paisaje social de América Latina. Esta práctica recuperada del “entre mujeres” –muchas veces “más allá del feminismo” liberal capturado en las tecnocráticas “políticas de género”– tiene dos aristas relevantes que son las otras dos vetas que mencioné arriba: en muchas ocasiones coloca los asuntos ligados a la reproducción material y simbólica de la vida social en su conjunto como punto de partida y, además, se despliega como una “política del deseo” en el sentido que lo trabaja Lía Cigarini, como creaciones que se colocan “por encima de la ley” y que por lo mismo son tan pero tan subversivas. El “entre mujeres” –que no necesariamente excluye a los varones, pero que sí, digamos los “filtra”, tratando de contener y expulsar a los varones violentos al tiempo que conserva un espacio específico de mujeres– de manera inmediata entabla y visibiliza relaciones de interdependencia que se ocupan del cuidado de la autonomía política y material. Se ocupa, además, de una amplia gama de asuntos considerados como no políticos o no plenamente políticos y por lo mismo politiza el espacio privado y desafía la distinción privado-público (tan cara a la organización capitalista de la vida) y, finalmente, se abre al ensayo y la renovación de lo político sin presuponer que hay que ceñirse a ningún canon político previo. Ojo, no es que no conozca el canon... es que no lo respeta, lo reinventa, lo deforma, lo desafía.”

 

Gutiérrez, Raquel, POLÍTICA DEL DESEO, en Página 12, Diario, suplementos. 18 de marzo de 2016. Buenos Aires, Argentina 

(Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-10444-2016-03-18.html). 

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Comentarios: 1
  • #1

    Alfredo Aguilar (sábado, 04 abril 2020)

    Escribes que "un “orden” del mundo basado en la explotación económica y humana, la desigualdad social y la violencia de género" como culpable de la situación actual, siendo en realidad fruto de como nos hemos relacionado.
    ¿Cuál es el fondo de todo esto? La EDUCACION, la formación de mujeres y hombres, para "caminar por el bienestar que trae a todas las personas"...
    No es hechar culpas, sino asumir responsabilidades y prepararnos (mujeres y hombres) para asumir los retos...
    Alfredo...