La paz se construye desde lo local

Los procesos nacionales de paz se convierten en pacto de élites que genera más enojo social en las bases, lo que necesitamos son proceso locales de atención a las necesidades generadas por la violencia y el rediseño institucional que garantice una paz sostenida. Sólo así podremos caminar hacia la reconciliación que México necesita.  

 

Chile nos muestra que los logros nacionales no se traducen necesariamente en logros locales; las cifras macroeconómicas que señalan un éxito nacional se contradicen con las actuales protestas del pueblo chileno. Igual podemos señalar con los tratados de paz firmados entre las élites de los países centroamericanos, como son El Salvador o Guatemala, que en un lapso de tiempo, relativamente corto, estuvo acompañada del crecimiento de un problema social: las maras, y que hoy estos países ocupan los primeros lugares en la violencia mundial. 

 

Estas lecciones ayudan a pensar que México necesita procesos locales de construcción de paz donde se contextualicen las estrategias y se generen verdaderos procesos de transformación social. Esto nos remite a los municipios, a las policías locales, a las universidades, a las empresas y las cámaras de comercio, a las iglesias y la organizaciones sociales, a las escuelas y los barrios o colonias. En lo local se juega la posibilidad de la paz en el país y en la responsabilidad que cada actor pueda tener. Ninguna estrategia nacional que olvide lo local podrá garantizar la paz en el país. Hoy más que nunca se necesita devolver el potencial constituyente a los municipios y las instituciones locales.  

 

No podemos sostener la paz con ejércitos en las calles. La paz se sostiene con una ciudadanía comprometida con su entorno, con un gobierno local capacitado para construir consensos entre los diversos actores, con jóvenes que se comprometen en la vida diaria con el cuidado de la tierra, con policías capacitados para mediar conflictos comunitarios y universidades que enseñan la solidaridad en las periferias. La paz se sostiene con autoridades municipales capaces de gobernar junto con la ciudadanía, no en consejos de papel sino en consejos con representatividad sectorial y territorial. 

 

La violencia no se va a resolver con becas, esto puede ayudar a mejorar la situación económica de las familias, pero la violencia no es por falta de dinero en el país. Más bien, la violencia, a partir del 2005, se ha corrido de las zonas de pobreza a las zonas de desarrollo (PNUD, 2013). La violencia tiene que ver el deterioro de los sistemas sociales que regulan la conductaSe trata de un fenómeno multicausal: tiene que ver con una imagen de hombre y mujer que tiene en el éxito individual su mayor ilusión; tiene que ver con una educación centrada en la competencia; con partidos políticos que fragmentan la organización vecinal; con una economía desvinculada de sus contextos; con una iglesia que separa la fe de la vida, con familias que pierden el sentido del orden y el límite.  

 

La violencia nos invita a repensar nuestros estilos de vida y nuestras prioridades. Ya no podemos vivir en el individualismo y aislándonos cada vez más, somos seres sociales que en la relación con el otro regula su comportamiento. Necesitamos de personas vinculadas con su contexto para generar instituciones vinculadas con su contexto. Es tiempo de volver a lo público, de recuperar la responsabilidad que cedimos al Estado y sacudirnos las prácticas asistencialistas que han atrofiado nuestras instituciones. La construcción de la paz está en nuestras manos, pues somos ciudadanía y somos gobierno.